Esfuerzos científicos para predecir los sismos 

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Dr. Edgar Tapia

Profesor - Investigador

Universidad Autónoma Metropolitana - Azcapotzalco

El 15 de noviembre de 1994 ocurrió un terremoto de magnitud 7.1 entre la isla de Luzón y Mindoro en las Filipinas a 48 kilómetros al sur del volcán Taal, donde coincidentemente se había estado llevando a cabo una investigación sobre la emisión de gases del cráter (entre junio de 1993 hasta noviembre de 1996). El estudio, a cargo del profesor Patrick Richon del Departamento del monitoreo del medio ambiente francés y otros colaboradores de institutos y universidades francesas, reportó un incremento inusual en las mediciones de un gas llamado Radón (incoloro, inodoro e insípido que en su forma sólida es de color rojizo) registrado veinte días antes del sismo. 

Los resultados del Prof. Richon y sus colaboradores se publicaron en revistas especializadas y, en consecuencia, los científicos de la época tuvieron una congruente sospecha que la anomalía en el gas Radón podía ser originada por el aumento de esfuerzos de las placas tectónicas de la región lo que provocó, finalmente, el sismo de Mindoro en 1994.  

Desde mediados de los sesentas, se desarrolló la teoría de que el mundo está conformado por placas tectónicas que tienen desplazamientos relativos entre sí y que el deslizamiento entre esas placas libera energía por fricción que produce los sismos. La hipótesis de que la emisión del gas Radón estaba relacionada con un evento sísmico era sencilla: la compresión cercana a una falla cuyo movimiento es inminente produce emisiones de Radón, como si el suelo fuera exprimido y, por lo tanto, una mayor emisión del gas anticiparía el terremoto.  

Entonces, los científicos se dedicaron a medir las emisiones del gas Radón en todos los sitios posibles, pero los resultados fueron infructuosos. Los sismos se seguían presentando sin que se detectaran las supuestas emisiones atípicas del gas Radón, de manera que con el paso del tiempo la teoría fue desestimada. Igualmente, se registraron casos donde la emisión no ocurrió como precursor, sino posterior al terremoto.  

Así como el esfuerzo mencionado, se han realizado otras investigaciones formales para establecer algún método que permita predecir los sismos basados en campos electromagnéticos atípicos, variación de las condiciones meteorológicas, cambios de temperatura, nubes inusuales, variaciones en la presión atmosférica, aumento de la acides del agua, cambios de ondas infrarrojas, mediciones eléctricas anómalas, comportamiento animal inusual, influencia de las fases de la luna (y otros planetas), disminución en el nivel del agua en pozos, intercambio en la concentración de iones en la ionósfera, ondas de radio inusuales y más recientemente con mediciones satelitales y/o redes de GPS (sistemas de posicionamiento global), sin conseguir algún resultado comprobable. 

Aunado a los métodos para predecir sismos basados en un precursor, existen algunas otras metodologías basadas en correlaciones estadísticas. Por ejemplo, basado en la regularidad histórica de los sismos durante el siglo pasado, se realizó una predicción de un sismo importante originado en una supuesta brecha en Guerrero. Es decir, mediante una correlación estadística se identificó una alta probabilidad de que se presentara un sismo de intensidad mayor a ocho grados en la escala de Richter en una zona frente a Guerrero en la que no se habían detectado sismos supuestamente desde 1911. Los años han pasado y el supuesto sismo aún no ha ocurrido (al menos claramente). Las explicaciones señalan que hay una posibilidad de que la liberación de la energía (el movimiento de las placas) no se realizó en un solo terremoto, sino que ocurrió en muchos eventos de baja magnitud, escasamente detectable para los instrumentos, y otra posibilidad es que aún este concentrada la energía y que tarde o temprano se va a liberar (aunque esto tampoco implica que ocurrirá en un único sismo de gran magnitud). El caso más célebre de una predicción con base en un patrón estadístico se ha realizado en Parkfield, Estados Unidos, donde se tiene identificado un patrón de recurrencia de 22 años; sin embargo, no siempre ha ocurrido el evento en la fecha prevista. 

Los métodos asociados al comportamiento animal también se han evaluado con estudios formales. Esto es, cuando ocurre un sismo, la propagación de ondas en el suelo se realiza de manera muy similar a la que ocurre en un estanque de agua en reposo después de aventar una piedra. Primero se propagan unas ondas llamadas P que seguidas de las ondas S más destructivas. Esas ondas P son detectables por algunos animales que sienten molestias auditivas por lo que los perros aúllan, los caballos intentan huir, etc., pero esto no debe interpretarse como una predicción, sino a una alerta de un sismo que ya ocurrió. Este fenómeno es el equivalente al sistema de alerta temprana (también conocida como alerta sísmica) instalada en México, Japón y Taiwan, que no es un sistema de predicción de sismos, sino es un sistema para alertar a la población que se ha registrado un movimiento telúrico.  

Supongamos ahora que de alguna manera se logra identificar un evento (como la emisión de gas Radón) que funcionara para predecir sismos de gran magnitud como el que se presentó el 23 de junio del 2020 en Oaxaca de magnitud 7.5. En este hipotético escenario la sociedad estaría interesada en conocer la ocurrencia de temblores de magnitud mayor a 7 en la escala de Richter, los cuales tienen periodos de retorno de unos 25 años. Esto significaría que, conforme al método científico, sería necesario esperar unos 75 años (hasta el año 2087) para comprobar con tres eventos de magnitud mayor a 7, la plena veracidad de la hipótesis y así poder predecir sismos con origen frente a las costas de Guerrero con una certidumbre objetiva. Desde otro punto de vista, para que en el 2022 se sustente la veracidad de algún método de predicción, éste tuvo que haberse comenzado a verificar desde 1947, lo cual es poco probable en todos los sentidos. 

Con este panorama, no queda sino reconocer que aún hay mucho por hacer en el tema para establecer un patrón de referencia que se pueda comparar con las reacciones del medio ambiente: eventos asociados a estímulos potenciales en el laboratorio que permitan estudiar los fenómenos precursores de un terremoto real.  

Finalmente, considere que el principal objetivo de los métodos de predicción de un estudio serio debe basarse en el pronóstico de la ocurrencia del terremoto y ubicación aproximada para poder prevenir a la sociedad y no en la predicción de su magnitud y mucho menos en la fama de los desarrolladores de la supuesta metodología. Desafortunadamente, la aleatoriedad natural y la actividad sísmica frecuente en ciertas regiones del mundo son usadas para hacer predicciones que pueden contar con una credibilidad injustificada. Por esta razón, la próxima vez que escuche sobre la predicción de un sismo juzgue objetivamente la seriedad de la metodología por la cual se estableció la ocurrencia y la cantidad de veces y condiciones mediante las cuales fue comprobada. 

 

Puede conocer más en: 

  1. Tapia-Hernández E., Reddy E.A. y Oros-Avilés L.J. (2019), “Earthquake Predictions and Scientific Forecast: Dangers and Opportunities for a technical and anthropological perspective”, Earth Sciences Research Journal. Vol. 23, No. 4, pp. 309-315. https://doi.org/10.15446/esrj.v23n4.77206. 

  1. Tapia Hernández, Edgar (2013), “Observaciones sobre la predicción de sismos: una visión actual”, Revista Internacional de Desastres Naturales, Accidentes e Infraestructura Civil. Vol. 13. No. 2. Pp. 255-271. ISSN 1535-0088.